Biblia Jubileo 2000 1 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: Entra al Faraón, y dile: El SEÑOR Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirvan;
2porque si no lo quieres dejar ir, y los detuvieres aún,
3he aquí la mano del SEÑOR será sobre tus ganados que están en el campo: caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas, con pestilencia gravísima.
4Y el SEÑOR hará separación entre los ganados de Israel y los de Egipto, de modo que nada muera de todo lo de los hijos de Israel.
5Y el SEÑOR señaló tiempo, diciendo: Mañana hará el SEÑOR esta cosa en la tierra.
6Y al día siguiente el SEÑOR hizo aquello, y murió de todo el ganado de Egipto; mas del ganado de los hijos de Israel no murió ni uno.
7Entonces el Faraón envió a ver, y he aquí que del ganado de los hijos de Israel no había muerto ni uno. Mas el corazón del Faraón se agravó, y no dejó ir al pueblo. 8 Y el SEÑOR dijo a Moisés y a Aarón: Tomad vuestros puños llenos del hollín de un horno, y espárzala Moisés hacia el cielo delante del Faraón. 9Y vendrá a ser polvo sobre toda la tierra de Egipto, el cual originará sarna que eche vejigas apostemadas en los hombres y en las bestias, por toda la tierra de Egipto. 10Y tomaron del hollín del horno, y se pusieron delante de Faraón, y la esparció Moisés hacia el cielo; y vino una sarna que echaba vejigas, así en los hombres como en las bestias. 11Hasta que los magos no podían estar delante de Moisés a causa de la sarna, porque hubo sarna en los magos y en todos los egipcios. 12Y el SEÑOR endureció el corazón del Faraón, y no los oyó, como el SEÑOR lo había dicho a Moisés. 13Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: Levántate de mañana, y ponte delante del Faraón, y dile: El SEÑOR Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 14Porque de otra manera yo enviaré esta vez todas mis plagas a tu corazón, y en tus siervos, y en tu pueblo, para que entiendas que no hay otro como yo en toda la tierra. 15Porque ahora yo extenderé mi mano para herirte a ti y a tu pueblo de pestilencia, y serás quitado de la tierra. 16Porque a la verdad yo te he puesto para declarar en ti mi potencia, y que mi Nombre sea contado en toda la tierra. 17Tú aún te ensalzas contra mi pueblo para no dejarlos ir. 18He aquí que mañana a estas horas yo lluevo granizo muy grave, cual nunca fue en Egipto, desde el día que se fundó hasta ahora. 19Envía, pues, a recoger tu ganado, y todo lo que tienes en el campo; porque todo hombre o animal que se hallare en el campo, y no fuere recogido a casa, el granizo descenderá sobre él, y morirá. 20De los siervos del Faraón, el que temió la palabra del SEÑOR, hizo huir sus siervos y su ganado a casa; 21mas el que no puso en su corazón la palabra del SEÑOR, dejó sus siervos y sus ganados en el campo. 22Y el SEÑOR dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que venga granizo en toda la tierra de Egipto sobre los hombres, y sobre las bestias, y sobre toda la hierba del campo en la tierra de Egipto. 23Y Moisés extendió su vara hacia el cielo, y el SEÑOR dio voces y granizó, y el fuego discurría por la tierra; e hizo llover el SEÑOR granizo sobre la tierra de Egipto. 24Y hubo granizo, y fuego mezclado entre el granizo, tan grande, cual nunca hubo en toda la tierra de Egipto desde que fue habitada. 25Y aquel granizo hirió en toda la tierra de Egipto todo lo que estaba en el campo, así hombres como bestias; asimismo hirió el granizo toda la hierba del campo, y quebró todos los árboles del campo. 26Solamente en la tierra de Gosén, donde los hijos de Israel estaban, no hubo granizo. 27Entonces el Faraón envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez; el SEÑOR es justo, y yo y mi pueblo impíos. 28Orad al SEÑOR; y cesen los truenos de Dios y el granizo; y yo os dejaré ir, y no quedaréis más aquí. 29Y le respondió Moisés: Saliendo yo de la ciudad extenderé mis manos al SEÑOR, y los truenos cesarán, y no habrá más granizo; para que sepas que del SEÑOR es la tierra. 30Mas yo te conozco a ti y a tus siervos de antes que temieseis de la presencia del SEÑOR Dios. 31El lino, pues, y la cebada fueron heridos; porque la cebada estaba ya espigada, y el lino en caña. 32Mas el trigo y el centeno no fueron heridos; porque eran tardíos. 33Y salido Moisés de la presencia de Faraón y de la ciudad, extendió sus manos al SEÑOR, y cesaron los truenos y el granizo; y la lluvia no cayó más sobre la tierra. 34Y viendo el Faraón que la lluvia había cesado y el granizo y los truenos, perseveró en pecar, y agravó su corazón, él y sus siervos. 35Y el corazón del Faraón se endureció, y no dejó ir a los hijos de Israel; como el SEÑOR lo había dicho por medio de Moisés. |