Biblia Jubileo 2000 1Y habiendo entrado Jesús, iba pasando por Jericó;
2y he aquí un varón llamado Zaqueo, el cual era el principal de los publicanos, y era rico;
3Y procuraba ver quién era Jesús; mas no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura.
4Y corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
5Y como vino a aquel lugar Jesús, mirando, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose en tu casa.
6Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.
7Y viendo esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
8Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
9Y el Señor le dijo: Porque hoy ha sido hecha salud a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
10Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. 11Y oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y porque pensaban que luego había de ser manifestado el Reino de Dios. 12Dijo pues: Un hombre noble se fue a una provincia lejos, para tomar para sí un reino, y volver. 13Mas llamados diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. 14Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras de él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. 15Y aconteció, que vuelto él, habiendo tomado el reino, mandó llamar a sí a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. 16Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. 17Y él le dice: Está bien, buen siervo; pues que en lo poco has sido fiel, tendrás potestad sobre diez ciudades. 18Y vino el segundo, diciendo: Señor, tu mina ha hecho cinco minas. 19Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades. 20Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; 21porque tuve miedo de ti, que eres hombre recio; tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. 22Entonces él le dijo: Mal siervo, de tu boca te juzgo. Sabías que yo era hombre recio, que quito lo que no puse, y que siego lo que no sembré; 23¿por qué, no diste mi dinero al banco, y yo viniendo lo recibiera con el logro? 24Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. 25Y ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. 26Pues yo os digo que a cualquiera que tuviere, le será dado; mas al que no tuviere, aun lo que tiene le será quitado. 27Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinara sobre ellos, traedlos acá, y degolladlos delante de mí. 28Y dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. 29Y aconteció, que llegando cerca de Betfagé, y de Betania, al monte que se llama de las Olivas, envió dos de sus discípulos, 30diciendo: Id a la aldea de enfrente; en la cual cuando entrareis, hallaréis un pollino atado, en el que ningún hombre se ha sentado jamás; desatadlo, y traedlo. 31Y si alguien os preguntare, ¿por qué lo desatáis? Le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. 32Y fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. 33Y desatando ellos el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? 34Y ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. 35Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus vestidos sobre el pollino, subieron a Jesús encima. 36Y yendo él, tendían sus vestidos por el camino. 37Y cuando llegaron ya cerca de la bajada del monte de las Olivas, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzaron a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto, 38diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en lo altísimo! 39Entonces algunos de los fariseos de la multitud, le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. 40Y él respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían. 41Y como llegó cerca viendo la ciudad, lloró sobre ella, 42diciendo: ¡Oh si también tú conocieras, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz! Mas ahora está encubierto a tus ojos. 43Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con baluarte, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho, 44y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. 45Y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él. 46Diciéndoles: Escrito está: Mi Casa, Casa de oración es; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. 47Y enseñaba cada día en el Templo; mas los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo procuraban matarle. 48Y no hallaban qué hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole. |