Biblia Jubileo 2000 1No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida con que medís, os volverán a medir.
3Y ¿por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu ojo?
4O ¿cómo dirás a tu hermano: Espera, echaré de tu ojo la mota, y he aquí hay una viga en tu ojo?
5¡Hipócrita! Echa primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás en echar la mota del ojo de tu hermano. 6No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos; no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen. 7Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; tocad, y se os abrirá. 8Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que toca, se le abre. 9¿Qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra? 10¿Y si le pidiere un pez, le dará una serpiente? 11Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le piden? 12Así que, todas las cosas que quisiereis que los hombres hicieren con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esta es la ley y los profetas. 13Entrad por la puerta estrecha: porque el camino que lleva a perdición es ancho y espacioso; y los que van por él, son muchos. 14Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida; y pocos son los que lo hallan. 15También guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos robadores. 16Por sus frutos los conoceréis. ¿Se cogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17De esta manera, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol podrido lleva malos frutos. 18No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol podrido llevar frutos buenos. 19Todo árbol que no lleva buen fruto, se corta y se echa en el fuego. 20Así que, por sus frutos los conoceréis. 21No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre sacamos demonios, y en tu nombre hicimos muchas grandezas? 23Y entonces les confesaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad. 24Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé al varón prudente, que edificó su casa sobre la peña; 25y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la peña. 26Y cualquiera que me oye estas palabras, y no las hace, le compararé al varón loco, que edificó su casa sobre la arena; 27y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, e hicieron ímpetu en aquella casa; y cayó; y fue grande su ruina. 28Y cuando Jesús acabó estas palabras, la multitud se admiraba de su doctrina; 29porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. |